PORTADAS








Cuando a principios del año 2010 comencé a  teclear las primeras frases de las aventuras de Miranda Roblenuevo, ya sabía que el personaje no podía limitarse a la imagen que la imaginación de cada lector pudiese crear. Tenía que tener un rostro que sus fans pudiesen contemplar. Una apariencia física inconfundible. Para ello tuve que acudir a un famoso dibujante forjado en la escuela de nuestros cómics clásicos de los años 70, Escobar, Raf y el incomparable Ibáñez. Sin pensármelo dos veces crucé la península ibérica, con las penurias que ello conlleva, hasta dar con la singular localidad de San Pedro de Alcántara. Confieso que al llegar sentí miedo. Hacía tanto calor que se me derretía el culo. Cuando le ví me pareció que su cara me era extrañamente familiar. Le interrogué hábilmente para intentar sonsacarle si había frecuentado alguno de los sórdidos tugurios en los que dilapidé semanas investigando la vida de la familia Roblenuevo. En un primer momento se mantuvo silencioso, distante... Pero súbitamente se arrancó a hablar. -¡¿Pero te quieres dejar de hacer el gilipollas que soy tu hermano Pablo?!. Y era verdad. Era mi hermano Pablo Villanueva Puente. ¿Era el destino? ¿O era en realidad, como me temía, que la propia epopeya de Miranda Roblenuevo formaba parte de mí mismo y me envolvía en torno al misterio del Arca y el Monte Ararat?. Sea como fuere, Pablo comprendió rápidamente que tenía que crear un personaje del que, quizás, dependía el destino de toda la raza humana. Y sin dudarlo un instante, consciente de la responsabilidad que entrañaba la empresa, se lanzó al abismo. Los primeros bocetos resultaron tímidos y lampiños. Sin embargo aquella niña comenzó a cobrar vida en el lienzo. Y no sólo ella sino también sus amigos Renata y José. La Ermita de los Panzudos y la Mansión de la Escoria también se hicieron reales. Fuego, el corcel de Miranda y el Mordisco, su pequeño barco pesquero, parecían querer saltar de la portada para robarle protagonismo a su dueña. En poco tiempo, los personajes y el entorno de sus aventuras me superaron haciéndome difícil distinguir la realidad de la ficción.

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